La huella imborrable de Leonardo Favio en el cine y la música argentina.

El 5 de noviembre de 2012, Argentina se despidió de uno de los artistas más destacados del país, Leonardo Favio. Su deceso ocurrió en Buenos Aires luego de una prolongada internación por problemas de salud que lo acompañaron durante años. Nacido en Mendoza, Favio se convirtió en una figura emblemática del arte popular argentino, conocido por su inconfundible voz y su singular estilo. Tenía 74 años.

La vida de Favio es un verdadero guion cinematográfico. Una infancia complicada, marcada por la pobreza y los reformatorios, que lo llevó a encontrar en el arte una vía de escape y expresión. Con un estilo musical que evocaba a la chanson francesa, logró destacar en una época dorada en la que otros íconos como Sandro y Palito Ortega dominaban la escena. Su éxito fue arrollador, llegando a vender 45,000 discos al día. Aun así, su verdadera pasión siempre fue el cine, donde dejó una impronta única.

A pesar de su partida, Favio nos dejó una serie de películas memorables y atesoradas por generaciones. Su obra maestra, “Éste es el romance del Aniceto y la Francisca”, se considera la mejor de su carrera. También brilló con “Nazareno Cruz y el lobo”, que se convirtió en el filme más taquillero de la historia argentina, y “Gatica, el mono”, que ganó el Goya a la mejor película extranjera en 1994. Su música, con temas como “Fuiste mía un verano” y “Ella ya me olvidó”, también forma parte de su legado imperecedero.

Leonardo Favio no ocultó sus ideales políticos. Se definía como un peronista que hacía cine, una afirmación que resonaba en su obra. En su famosa película “Gatica, el mono”, pone en boca de su personaje esta conexión: “Pero si yo nunca me metí en política… toda mi vida fui peronista.” Favio quien en su obra artística priorizó la poesía a la bajada de línea, dijo en algún momento “Me hice peronista porque no se puede ser feliz en soledad”.

Con su profundo sentido de la poesía, siempre abogó por el arte como medios de comunicación y reflexión. En una divertida anécdota, dijo que le hubiera gustado ser “KuroSauro”, pero se conformó con ser Leonardo Favio, un grande de la cultura nacional.